Hoy he vuelto de disfrutar de una de las fiestas españolas más conocidas internacionalmente: las Fallas de Valencia. Y tengo que decir que ha sido una experiencia inolvidable.
El viaje lo hacía pensando que no iba a encontrar en esta celebración nada que me sorprendiera, pero tengo que reconocer que me equivocaba.
Un cúmulo de sensaciones son las que me han abordado durante estos días: la admiración por el trabajo de los artistas falleros, la vibración que el cuerpo experimenta cuando la mascletá llega a su momento álgido, la diversión infantil cuando se enciende un petardo,...
Y es que eso son las Fallas: sensaciones y sentimientos a flor de piel que se experimentan al recorrer cada uno de los rincones de la ciudad. Son magia. Son luz. Son colorido. Son imaginación. Son ironía. Son un sinfín de olores y sabores.
El viaje lo hacía pensando que no iba a encontrar en esta celebración nada que me sorprendiera, pero tengo que reconocer que me equivocaba.
Un cúmulo de sensaciones son las que me han abordado durante estos días: la admiración por el trabajo de los artistas falleros, la vibración que el cuerpo experimenta cuando la mascletá llega a su momento álgido, la diversión infantil cuando se enciende un petardo,...
Y es que eso son las Fallas: sensaciones y sentimientos a flor de piel que se experimentan al recorrer cada uno de los rincones de la ciudad. Son magia. Son luz. Son colorido. Son imaginación. Son ironía. Son un sinfín de olores y sabores.