Crónica de un 29-S


Hoy tenía lugar en toda España el llamado "29-S Huelga General". Una iniciativa completamente democrática pues así se establece en el artículo 28.2 de la Constitución donde "se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses".

Hasta ahí todo bien.

El problema, o mejor dicho el protagonista, para mí de esta jornada ha sido no ya el seguimiento que haya podido tener o los motivos que la originaron sino la falta de escrúpulos llevada a cabo por parte de miembros de los sindicatos organizadores.

En el ejercicio de una libertad (asistir a una huelga) no se puede utilizar como mecanismo de apoyo la violencia, el insulto o las malas artes. Estando en un país democrático como el nuestro hay que aceptar que no todos podemos pensar igual. Por tanto, quien tiene libertad para acudir a una huelga también debe respetar la opción de quien no quiere participar de ella.

Sin embargo, hemos podido ver a través de periódicos y programas de televisión como piquetes informativos se convertían en "piquetes destructivos" arrojando piedras contra autobuses urbanos, quemando contenedores, insultando a ciudadanos o destruyendo con silicona cerraduras de establecimientos para evitar que estos abrieran sus puertas.

¿Así se pretendía aumentar las cifras de seguimiento?

¿Qué respeto y qué libertad son esos?

Es lamentable y penoso que una propuesta en pro de los trabajadores se desvirtue por actos cargados de agresividad. Si no se sabe respetar a los demás, ¿cómo se va a pretender lograr unir a todos por una causa común?

El 29-S se ha convertido en el 29-I (de intolerancia)